¿Cómo evaluar las competencias y el rendimiento?

Las expectativas de los departamentos de formación en las empresas

En la primera parte de este artículo, observamos que las expectativas de los departamentos de formación en términos de resultados de las formaciones lingüísticas son a menudo irrealistas, desconectadas de los objetivos reales de la formación e inducen efectos perversos en el aprendizaje. Los pliegos de condiciones de las licitaciones del sector están llenos de textos donde se exige, por ejemplo, que después de una formación de 10 o 15 horas, a un ritmo de una hora por semana, distribuida en un período de hasta 6 meses, el alumno haya progresado medio nivel en la escala del MCER o X puntos en el TOEIC. Basta con consultar las publicaciones de los especialistas en el campo, como Cambridge Assessment o The American Council on the Teaching of Foreign Languages (ACTFL), para darse cuenta de que se necesitan muchas horas de aprendizaje guiado para pasar de un nivel a otro del MCER (150 a 300) y que la fluidez y la espontaneidad se adquieren gracias a una práctica casi diaria. ¿Quién tiene los medios y el tiempo, en las empresas de hoy? Además, la mayoría de las personas que siguen una formación dentro de su empresa no se preocupan por el nivel, a menos que este sea impuesto. Más bien desean ser capaces de participar en conferencias en lengua extranjera, responder a correos electrónicos o al teléfono, recibir visitantes, hacer una presentación, sentirse más cómodos, o simplemente mantener su nivel actual. Frente a estas demandas, los profesionales de la formación lingüística tienden a intentar contentar a todos, dejando que los formadores adapten su acompañamiento a las demandas del alumno, mientras proponen a la empresa herramientas de medición de micro-progresión en nivel que no tienen ningún sentido y no reflejan la realidad. Esto ha contribuido a desacreditar la profesión, ya que los resultados no están a la altura de las expectativas.

¿Se puede medir algo más que la progresión en nivel?

Sería más lógico medir los resultados de la formación en función de los objetivos operativos y de la eficacia comunicativa más que en términos de nivel. Pero, ¿cómo proceder? El enfoque por competencias y la perspectiva orientada a la acción han sido adoptados desde hace tiempo por algunos proveedores y certificadores. Sin embargo, la formación lingüística en la empresa sigue demasiado a menudo centrada en alcanzar un nivel superior.

Nivel de idioma, competencia y rendimiento

El nivel de idioma se representa a menudo por una puntuación o una letra (A1, A2, B1, B2, C1, C2). Aunque útil, esta representación es reductora. Según el MCER, un nivel de idioma moviliza competencias lingüísticas, pragmáticas y sociolingüísticas. En el contexto profesional, se pueden apuntar a competencias lingüísticas profesionales transversales: capacidad para hacer una presentación técnica, redactar correos electrónicos, leer un artículo especializado, interactuar en reuniones, negociar un contrato, etc. Cada competencia puede descomponerse en micro-competencias. Como el número de variables es importante, todo tipo de perfiles son posibles. La noción de nivel global es, por tanto, relativa. Dos personas que tienen el mismo «nivel» global pueden tener perfiles y necesidades muy diferentes. Como la competencia lingüística es multidimensional, es necesario encontrar otras herramientas que la escala lineal del nivel para medir los progresos en competencias sin cambio de nivel general. El «rendimiento» o «eficacia comunicativa» se define como el grado de dominio de una tarea o competencia en la lengua extranjera. El aprendizaje de la lengua no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar objetivos operativos.

¿Cómo medir las competencias y el rendimiento?

Es posible medir el dominio de competencias profesionales, incluso si son complejas, sometiendo al aprendiz a escenarios y simulaciones, como lo hacen algunas pruebas o exámenes de certificación. En el marco de la evaluación formativa, el objetivo es ante todo pedagógico: seguir, acelerar y consolidar la adquisición de competencias. Se trata pues de diseñar herramientas de evaluación continua pertinentes, basadas en tareas a realizar, y de disponer de un marco de referencia de competencias lingüísticas profesionales claras. Un programa detallado y personalizado, con hitos, herramientas e indicadores de medición de la progresión claros y fáciles de adoptar, es necesario. Todo debe estar adaptado a los medios limitados otorgados a la formación lingüística en la empresa.

Las herramientas

a) El marco de referencia de competencias lingüísticas profesionales transversales

Un marco de referencia que permita listar y secuenciar las competencias es indispensable. El MCER constituye una base fundamental, pero debe ser completado por un marco de referencia de competencias profesionales. Los objetivos, programas y evaluaciones deben construirse a partir de este marco.

b) Las pruebas

Las pruebas externas (certificadoras) miden el nivel global, mientras que las pruebas internas a la formación evalúan la progresión a lo largo del recorrido. Las pruebas internas pueden ser concebidas por el organismo de formación y adaptadas a los objetivos específicos.

c) El dispositivo de evaluación

Las competencias objetivo son evaluadas antes y después de cada secuencia pedagógica. Cada secuencia comprende un ciclo de evaluación continua que permite identificar los progresos y reajustar la formación.

d) Los indicadores: herramientas de medición e indicadores de rendimiento

En lugar de una escala lineal, se puede representar el perfil lingüístico de un aprendiz de manera más compleja, para entender mejor sus puntos fuertes y sus ejes de progreso. Se puede utilizar un sistema de puntuación simple (por ejemplo, de 0 a 5) para representar la realización de los objetivos. El aprendiz debe también autoevaluarse, lo que permite detectar posibles problemas y reforzar la credibilidad del dispositivo.

Metodología: enfoque de la evaluación y modalidades

El principio es evaluar al aprendiz reproduciendo las condiciones reales de uso de la lengua. Si se quiere evaluar la capacidad de interactuar en reuniones, se realizan simulaciones. Se recomienda un enfoque pragmático y centrado en la acción.

Las tendencias emergentes

El futuro de la formación lingüística profesional verá una integración creciente entre las competencias lingüísticas, las habilidades blandas y las habilidades duras. Se pasará cada vez más a un modelo donde se aprende una competencia profesional en lengua extranjera. La digitalización también simplificará el seguimiento, la evaluación continua y los informes, pero habrá que vigilar no sacrificar la calidad de las soluciones a su marketing.

Conclusión

Las prácticas descritas aquí no son inéditas, pero siguen siendo insuficientemente aplicadas en la formación profesional. Esto conduce a un desperdicio de recursos y a un descrédito de la formación lingüística, ya que las expectativas de los compradores no están alineadas con los objetivos reales de la formación. Quizás sea hora de adoptar un enfoque más pragmático, centrado en las competencias y el rendimiento, más en línea con las necesidades reales del terreno. Sin embargo, el éxito de un proyecto de formación se basa ante todo en la implicación, la motivación y el compromiso de los aprendices, de los formadores y de los otros actores del dispositivo.